Que ganas de que todo sea como antes


Uno se asoma por la ventana y aunque los días son soleados parecen opacos, saliendo a comprar los víveres para los siguientes días de la cuarentena todo es repetitivo y aburrido, inclusive, saliendo a hacer una pequeña actividad de ejercicio no quita lo monótono, porque el encierro es predecible y no parece cambiar, aunque al momento de hacer este escrito se diga que ya se halló la vacuna, pero, igual habrá que esperar para que todo, realmente, se solucione, y es que quien iba a pensar que un virus llegara así y nos cambiara las reglas de juego.

Es entonces allí, donde aparece la tan confina nostalgia, similar a los que tienen esa nostalgia por lo vintage por lo retro, donde la principal premisa es: “Todo tiempo pasado fue mejor”, y eso siempre me ha hecho cuestionarla, porque entonces, ¿hacia dónde vamos?, si vamos amarrados de manera férrea al pasado, sabiendo que la realidad es el inexequible paso del tiempo.

Pero no lo niego, a mí también me da ese antojo de decir: Que ganas de que todo sea como antes, porque todo circulaba dentro de lo normal, como adaptados al Status Quo, pero que, si lo miramos bien, esa es una premisa bastante comprometedora, porque uno se acomoda únicamente a lo bueno que pasó, a lo bueno que fue, pero que tal si fuéramos mas objetivos, sensatos, y viéramos las cosas dentro del contexto global, en donde viéramos todo de fondo y entendiéramos más la realidad.

Viéndolo así me digo a mí mismo: Que ganas de que todo sea como antes y volvamos a competir sin escrúpulo alguno, donde todo se vale, y lo único que importe sea ganar, que ganas, que ganas de que todo sea como antes y no tener que ayudar al otro sino simplemente me interese por mí, que ganas de no ceder el paso, de no tener cultura, de ir con afán, qué ganas de salir y destilar envidia porque a alguien le va bien o le está fluyendo lo que tanto soñó, que ganas de cumplir todos mis antojos sin importar la situación del otro, que ganas de prender la TV por la mañana ver la noticia del día y seguir hacía mí trabajo normal, como si hubiera escuchado un cuento de fantasía o la situación de otro mundo, que ganas de salir a emborracharme sin pensar en un mañana, que ganas de hacerle daño a alguien sin tener que disculparme por ello y seguir como si nada, que ganas de salir a contaminar y no tener la más mínima intención de resarcir eso, que ganas de salir y ver el sufrimiento de otros como si fuera un Reality Show, siendo como un espectador, que ganas de sucumbirme en la monotonía a la que estaba acostumbrado, en donde lo tenía “todo”, siendo como un autómata, de ésos parecidos a los de "Black Mirror".

Uno de los dichos iniciales de toda esta pandemia, es que nos iba ayudar a cambiar como seres humanos, que nos iba ayudar a ser mejores, a encontrar el equilibrio entre lo espiritual y lo material, pero contrario de esto, las primeras actuaciones del humano fue generar escasez de papel higiénico, mostrando lo más innato del ser humano, el egoísmo, que viene del latín Ego y esto es aún más delicado. 
Sinceramente, con lo visto hasta ahora, no creo que el ser humano vaya a mejorar, al contrario, está lejos de eso, pienso que está en pausa su modo “hijueputa”, que está esperando la más mínima posibilidad para volver a toda la desfachatez de antes, y antes triplicado por el cumulo de encierro. No sé qué tendría que pasar para que como especie recapacitemos; pero ésta ha sido una gran oportunidad, desperdiciada, y para mejorar habrá que seguir intentándolo. 






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